viernes, 18 de diciembre de 2009

En pausa


Más de una vez he dicho que la mayoría de las personas no repara en los detalles de la cotidianeidad, lo maravilloso de los pequeños detalles diarios, los cuales nuestros ojos dejaron de ver cuando se acostumbraron a ellos.
Pero debo admitir positivamente que no siempre son diminutos los detalles que me pueden hacer sentir especial, en un momento en el que algo común pero representativo, según yo, sucede.
Hace unos días estaba parada contemplando la grandeza del Océano Atlántico, desde la costa, pensaba en lo chiquitos que somos ante tanta maravillosa inmesidad y en los milones de cosas que debe esconder y blabla.
No me acerqué al agua ese día por que hacía mucho frío, así que fuimos a la playa con el equipo de mate, el tejo y la camara.
Despues de haber perdido dos partidos seguidos y con medio cuerpo congelado, sugerí "¿y si tomamos mate en la casa?". Comenzamos a juntar las cosas y de repente la imagen me hizo quedar en pausa.
Fué como poder ver todas cosas maravillosas, sanas, puras y lo mejor, poder verlas todas juntas.
Ahí fue cuando tomé la foto velozamente antes de que algunos de los protagonistas se alejen.
Dos nenes, sobre dos caballos más un potrillo, a trote muy suave por la playa desértica de Sauce, de fondo: el mar.
Una visión increible para mí, que siempre pienso en los pequeños detalles. Sentí como una envidia sana de verlos tan libres, tan puros, sólo niños jugando en la inmensidad, sin más compañia que dos caballos, nobles e indefensos caballos. Y toda la naturaleza que parecía comerselos de tan pequeños.
Fue de esas fotos que cuando la miras en grande pensas, es una postal de las que emociona, por eso la comparto.
Algunas veces me pregunto si estará bien filosofar tanto y caer en pensamientos que realmente no se si tienen sentido alguno, o sólo a mí me interesan. La verdad no me importa demasiado eso.
La conclusión hoy es que no sólo hay que detenerse en los detalles, mi entorno me brinda todas y cada una de las cosas que son dignas de ver, de oler, de comer, de sentir, de respirar y tocar. Por eso no sólo me fijaré en los detalles. Sólo voy a procurar detenerme más.



Sonríe!



FELICES FIESTAS!!!



Para los que no me conocen, esa soy yo eh!

Vuelta de hoja

Antes de ayer por la tarde anduve caminando por las calles del centro bahiense, vestida de hippie bambulera, por que la verdad es que el calor me afecta demasiado. Iba con el mp3 a fondo (eso es mentira pero quedaba bien así, no tiran nada los auri) escuchando algo así como una música de mediatación. Estaba feliz, a gusto con la vida y con sabor a iniciativa en la boca. Consulté sobre algunos cursos de verano, a los que no creo que asista salvo que me vuelva rica, miré casi todas las vidrieras esperando encontrar algo copado que llevar. Como no me gustó absolutamente nada de lo que ví, no por pretenciosa sino por realista, retomé el camino original, por el que salí del depto: consultas al instituto sobre los finales.
Ahí me atendieron muy gentilmente y me comunicaron que se me venció la materia eje de mi carrera, si esa, periodismo. No la carrera, sino la materia que lleva el mismo nombre. Y bueno pensé, es la señal, volvete a tu pueblo y terminá con esto de las mesas, las cursadas, las cuotas (si señores, estudiar periodismo cada día cuesta más caro) y chau papá me fuí.
Pero en el lapso de un día me dije a mí misma, ¿y qué ya está? ¿te das por vencida?
Entonces mientras me secaba las lágrimas y los mocos que me produjeron saber que la carrera la termino a los 50 más o menos, caí en la cuenta de que este año, no es el más positivo si de estudio hablamos, pero que en realidad eso no es lo importante en la vida de un ser humano. Es decir, es importante formarse y tener logros de esos que se llaman modernamente 'profesionales' y blabla.
Pero yo estaba feliz antes de eso, y ¿por qué? Por que sí. Por que es una elección me dijo un amigo. Entonces así será, así debe ser y así es ahora. Por eso ayer, volví a hacer el mismo camino que en la tarde del día anterior, volví y me inscribí en diez materias, esa será mi revancha, sino pude con una, tengo que poder con diez. Y que Jebus me ayude a salir de este despelote.
De última ya se que la felicidad nunca va a estar en un cuadrito colgado en la pared, sino en estar a gusto con la vida y con sabor a iniciativa en la boca.


jueves, 3 de diciembre de 2009

Desde mi ventana

Bahía:
es grande,
es fea,
es paradójica,
es ruidosa,
es sucia,
es irregular,
es depresiva,
es calurosa,
es cemento,
es crítica,
es ventosa,
es desconocida,
es horrible,
es fría,
es extraña,
es vieja,
es gris,
es efímera.


Hay una canción hermosa que dice, "...yo vivo en una ciudad, que tiene una puerto en la puerta...". Así es Bahía y aunque no nací acá, me da la sensación de que tengo más que ver con este pueblo grande, que con el mío propio.
Debe ser por esa cosa de ciudad grande donde nadie se mira en las veredas, donde no se cruza por la mitad de cuadra y donde no conoces el nombre del almacenero.
Bahía es gris, a veces es triste, parece rápida, pero por las noches no tiene miedo y muestra su lentitud.
Es grande, pero es chica. Es un pozo dicen algunos y debe serlo, por que cuando el colectivo se aleja en la ruta se ve una depresión en la tierra y allá abajo está Bahía, hundida.
Bahía no me gustaba, no me gusta en realidad, pero no me gusta por el tumulto, por el caos, por el ruido, pero de noche es menos odioso todo eso, se toleran determinadas cosas cuando el ritmo se va deteniendo.
A veces pasa que queremos escapar de lo que nos rodea, pasa que pareciera que el entorno jode, a veces pasa que no notamos, que no noto que la cosa que molesta no se ve.
A veces pasa que noto lo que la mayoría del tiempo olvido. Que no va de afuera para adentro, sino al revés.
Y es ahí en ese momento, cuando pienso, Bahía es molesta con sus bocinas, con sus sirenas, hace demasiado calor, sopla muy fuerte el viento, pero me gusta.
Bahía es hermosamente fea.
Bahía es BLANCA.