viernes, 26 de agosto de 2011

Ojalá nunca lloviera los jueves

Con sus pequeños dedos quebrajados por el frío, Fede toma un gajo y lo corta bastante rápido. Es chiquito, un poco chamuscado, naranja hacia el centro y blanco en los bordes, él no lo mira y lo introduce en su boca. Lo muerde solo una vez y lo traga mientras se apresura a cortar otro gajo similar al primero. Es algo agrio, pero la falta de tiempo no le permite notar esos detalles. Su mirada se encuentra en otro sitio, parece cercana y atenta, pero en realidad es lejana. Como esa que tienen los ancianos cuando miran por las ventanas de los geriátricos mientras se toman suavemente del apoya brazos de su silla de ruedas. Sus ojos de color ceniza tienen profundidad y también prisa.
Junto a él están su hermano y su tío. Ambos visten igual que Fede: gorra con visera, remera, bermudas y zapatillas sin medias. Los tres parecen uno, pero ellos no se detienen a comer, ellos no deben. Uno tiene 14 y el otro 19, cree que lo cuidan mucho por que él solo tiene 6.
La noche es clara y el cielo negro azulado muestra millones de puntos brillantes que parecen no terminar. La luna está en algún lugar pero los altos edificios impiden que los ojos de Fede la encuentren. Él se lamenta cada vez que esto sucede, por que le gusta mucho ver esa pelota blanca, gigante y resplandeciente que parece tan alta en el silencio de la noche. Aunque está muy seguro de que no se siente sola, por que en noches claras la acompañan y acaloran las estrellas y en noches oscuras la abrazan las nubes. La luna tiene suerte piensa él.
El grito del hermano lo despierta rápidamente de sus pensamientos. Le quedan cuatro gajos en la mano, pero no hay más tiempo, sin titubear los mete en su boca, se pone de pié y con ambas manos abraza un enorme paquete que su hermano dejó junto a él.
El tío lo sujeta por la cintura y de un tirón lo sube al carro. Mientras, grita fuerte para traer a los perros, les avisa que continúan la marcha. Después se acomoda delante, toma las riendas y emprenden viaje.
A Fede, por ser más chico le toca ir atrás, pero no le interesa ni molesta por que sus pensamientos están en otro lado. Se pregunta, mientras los demás ríen adelante, si la bolsa de Papá Noel será más grande que el paquete que lleva sobre sus piernas, si le costará levantarla y ponerla en su hombro y si le resultará tan pesada como su paquete.
Lo ve casi todas las noches en las vidrieras luminosas, es grande y rojo. Le gustaría conocerlo de verdad, poder tocar su barba blanca y larga que parece tan suave. Fede quiere explicarle personalmente que es un buen chico, que se porta bien, come poco, no llora casi nunca y además es el único de todos sus hermanos y hermanas que jamás se hizo pis en el colchón de lana que tanto cuesta secar al sol, como dice su mamá. Quisiera encontrar a Papá Noel, descubrirlo cuando trata de entrar a escondidas en las grandes casas de los barrios cerrados. Su hermano le explicó que ese es su recorrido y por eso él no lo puede ver.
Fede siente un poco de frío pero sabe que falta poco para llegar a casa. Lo sabe por que las calles cambiaron, la última cuadra de asfalto se terminó hace 85 calles, él las cuenta, le gusta mucho contar. La maestra dice que debería practicar un poco más las letras, pero él no tiene tiempo para todo eso, por eso eligió los números, puede practicar con las monedas en la esquina todas las tardes.
Los parpados se le bajan, los siente más pesados que cuando salió del barrio después de jugar con su auto azul, ese que le trajo su hermano una noche que él faltó al recorrido por que estaba enfermo. Es su favorito, por que es azul y las tres ruedas que tiene son amarillas, se parece a la camiseta de Boca.
La luna aparece por fin, sonríe por que esta se escondió mucho esta noche y pensó que tal vez no la vería. Se alegra.
Se deja caer hacia atrás sobres unos cartones y abraza con fuerza el gran paquete. A él, los movimientos del carro le dan sueño, se da por vencido y prefiere dormir antes de llegar, de todos modos la cena ya está en su panza, la mandarina que su hermano le hizo tragar más rápido que de costumbre.
Fede mira la luna y esboza una leve sonrisa, pero tiene sueño y de a poco se va olvidando del brillo, las estrellas y las nubes. Sabe que en la mañana bien temprano debe ir a la escuela, anhela que no llueva por que eso le impide llegar y se perdería el almuerzo en el comedor. Milanesas con puré lo esperan, lo sabe por que es el menú de ese día desde siempre. Esa es su comida favorita, ojalá nunca lloviera los jueves. Esa es otra cosa que desea.

7 comentarios:

Natys! dijo...

Cosas como esta son las que me inspira Bahía. Pedaleando me cruzo un Mercedes Benz a la derecha y un niño revolviendo la basura buscando que comer a la izquierda, todo a la vez y por el mismo precio. Cuando la balanza se equilibre me quedaré sin inspiración, no creo que suceda pero entregaría mis ideas sin pensarlo para ayudar a que ocurra.

Anónimo dijo...

Muy lindo Naty

Natys! dijo...

Anónimo: te lo agradezco mucho..

Anónimo dijo...

espectacular, logro imaginar lo que vive, esta muy copado, hace mas, besos.

Anahí Carbia Periodismo dijo...

Muy bueno Nati!!!muy emotivo!!

Natys! dijo...

Anónimo 2: Gracias por estar siempre aunque nunca me firmes los comentarios y después me digas: fui yo eh!
Voy a hacer más, te mando un beso grande grande!

Natys! dijo...

Anahí Carbia Periodismo: Gracias compa me alegra mucho que estés de visita por acá, aunque en silencio yo también he pasado por allá. Besos!